Fue el impulsor del movimiento, era de carácter metódico. Quizá su inquietud en el campo de lo intelectual le lleva a la práctica de este estilo. Le interesó mucho el color, de ahí que estudiara tratados de luz y color. Se basó en la obra de Charles Blanc: Gramática de las artes del dibujo para deducir que “El color sometido a leyes fijas podía enseñarse al igual que la música”. Estudió delicadamente el tema de la complementaridad de los colores, estudió pintores anteriores como Delacroix y Veronés, le apasionaron los escritos de Leonardo. Según Seurat toda la práctica debía estar regida por la observación. Es necesaria la utilización de colores puros y complementarios. Al observar una obra puntillista, la retina procede a fundir los puntos de color. El fundamento del color viene dado por la división del tono en sus componentes e integrantes. El Puntillismo fue el punto de partida para el siglo XX. Es una pintura entendida como elaboración mental, por encima de la mera ejecución. De ahí que la crítica parisina hablara por un lado de “Impresionismo romántico e intuitivo” referido al primer Impresionismo, y por otro de “Impresionismo científico” referido al Puntillismo.
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