EL ÚLTIMO TERCIO DEL SIGLO (1968-1998)
 

 

Cubierta de la antología
El último tercio del siglo,
Visor, 1999

 
   Desde que Gerardo Diego publicó en 1932 su Poesía española. 1915-1931, las antologías son, junto con las revistas literarias, las indicadoras de las nuevas tendencias.
 
   La historia poética del último tercio de nuestro siglo XX podría ser una colección de antologías o una colección de errores, si es verdad que “toda antología es un error”.
 
    1.-  Los indicios de un verdadero cambio en la poesía española llegaron con la antología Nueve novísimos poetas españoles (1970) de José María Castellet. Para algunos será la última promoción de posguerra; para otros anticipará la primera generación de la democracia.. Enlazaban con la vanguardia de los años 20 y rompían -al menos, aparentemente,- con la tradición anterior.

Cubierta de Nueve novísimos (1970)
   El editor catalán seleccionaba poemas de Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939), Antonio Martínez Sarrión (Albacete, 1939), José María Álvarez (Murcia, 1942), Félix de Azúa (Barcelona, 1944), Pere Gimferrer (Barcelona, 1945), Vicente Molina-Foix (Alicante, 1946), Guillermo Carnero (Valencia, 1947), Ana María Moix (Barcelona, 1948) y Leopoldo María Panero (Madrid, (1948).
 
   La mayoría de estos poetas pertenecían a la costa mediterránea, de Murcia a Barcelona. Pese a las críticas, la selección de Castellet acertó en identificar a buena parte de los novísimos.
 
   Representaban una novedad en la poesía de su época, por su ruptura con la línea realista anterior.

Cubierta de El centro inaccesible,
recopilación de 1967 a 1980
   Su hermetismo y dificultad se expresa en una poesía culturalista, que enlaza con el surrealismo de la vanguardia y las técnicas de collage, o la sensibilidad camp. En estos poemas encontramos alusiones al cine, al cómic, a la música pop, etc.


Poemario de Pere Gimferrer
   Pere Gimferrer es el principal poeta de esta generación. En 1966 obtiene el Premio Nacional de Literatura con Arde el mar y, cuando aparece como poeta novísimo en 1970, ha concluido prácticamente su producción en castellano, salvo sus poemas traducidos por él mismo del catalán.
 
   Su magnífica “Oda a Venecia ante el mar de los teatros”, de Arde el mar, le ha hecho representante de una escuela veneciana o, incluso, bizantina. El lenguaje exquisito se une a una estética barroca para expresar nociones tradicionales, como el paso del tiempo o la pérdida de la juventud, con cierta técnica surrealista.

Poesías de Féliz de Azúa
   El rótulo de escuela veneciana engloba la poesía culturalista, inspirada por T.S.Elliot, Ezra Pound o Wallace Stevens.

Ensayo de una teoría de la visión
   Guillermo Carnero publica en 1967 su Dibujo de la muerte y en 1971 El sueño de Escipión, de donde destaca su poema “Jardín inglés”. En él y en todo el libro cultiva la metapoesía, poesía que trata de la poesía misma, cuya condición reflexiva considera que la emoción poética puede encontrarse también en la poesía culta o en la tradición literaria. Su obra, hasta 1977, apareció con el título de Ensayo de una teoría de la visión.
 
   Casi todos los poetas de este grupo han evolucionado hoy hacia formas personales. Leopoldo María Panero se consolida como el poeta maldito del grupo con sus Poemas del manicomio de Mondragón (1987), pero gran parte de los novísimos practica hoy géneros literarios diferentes a la poesía.
   A este grupo de poetas, consagrado por la antología de Castellet se añadieron enseguida nombres nuevos, como el del leonés Antonio Colinas (1946), que comienza escribiendo poesía culturalista y neorromántica con Truenos y flautas en un templo (1972) y desemboca en una lírica intimista y directa. Recopiló su poesía con el título de El río de sombra en 1994 y 1997.
 
   El madrileño Luis Alberto de Cuenca (1950) refleja su culturalismo inicial, producto de su erudición clásica, en Scholia (1978); y su madurez y sentido del humor desde La caja de plata (1986).
 
   Puntos en común con su poesía -el mundo clásico y bizantino, como proyección del poeta- tiene la del también madrileño Luis Antonio de Villena (1951).

Poesías de Antonio Colinas

El hacha y la rosa
Sevilla, Renacimiento, 1993
Comienza con sus obras El viaje a Bizancio (1978) o Hymnica (1975). La sensualidad, el gusto por lo barroco y exquisito y cierta marginación libertina se mantienen en sus últimos libros, como Asuntos de delirio (1996).
 
   Nacido en Valencia, Jaime Siles (1951), también de formación clásica, es, acaso, el menos hermético de esta promoción. Comienza publicando en 1969 Génesis de la luz y desde Canon (1973) se acerca a una poesía pura y filosófica. Su último libro es Himnos tardíos, de 1999.

Poesía (1970-1984)
Visor, Madrid, 1988

Poema del libro
De un caminante enfermo que…
    2.-  No es extraño que estos poetas oscureciesen nombres que quizá no desentonaban, en todos los casos, de la tónica novísima.
 
   El salmantino José Miguel Ullán (1944) desarrolló una línea original: la poesía visual o poesía concreta, llevando a sus límites técnicas de la vanguardia derivadas del caligrama. Véanse las páginas De un caminante enfermo que se enamoró donde fue hospedado (1976) o su antología Ardicia (1994). La poesía visual pervive en revistas como Texturas.
 
   Jorge Justo Padrón, (Las Palmas de Gran Canaria, 1943) representa una poesía humanizada, constante, pese a la irrupción de los novísimos, desde Mar de la noche (1973) a Otesnita (1979).
 
   Una línea parecida sigue el madrileño Juan Luis Panero (1942), que realiza en su lírica una acertada síntesis de las tendencias de los años 60 y 70: culturalismo, tradición y poesía intimista. En 1997 publicó su Poesía completa (1968-1996) y en 1999 su último poemario, Enigmas y despedidas.
   El gaditano Jenaro Talens (1946) abandona el estilo novísimo para seguir una poesía de búsqueda por la intuición. Uno de sus últimos libros, Viaje al fin del invierno (1997) insiste en el tema recurrente del amor frente a la muerte.
 
   Aníbal Núñez (1944-1987) nació en Salamanca y escribió una lírica de denuncia de la realidad con toques surrealistas. Su Obra Poética completa apareció en 1995.
 
    3.-  Desde 1975 se acepta que la poesía española es libre de las ataduras de la guerra civil y la posguerra. Las generaciones, a partir de este momento, decidirán el curso de su poesía: la vanguardia o la tradición.

El sueño del origen y la muerte
Hiperión, Madrid, 1988

De una niña de provincias que
se vino a vivir en un Chagall
   Aceptemos que, tras la muerte de Franco, en 1975, se olvide la poesía culturalista a favor de la tendencia intimista y subjetiva, centrada en el yo poético. Esta es la poesía de la experiencia, que encuentra en Antonio Machado un maestro.
 
   Aunque más apropiado para cerrar el punto anterior, el gallego Miguel D’Ors (1946) abre éste, por su lírica humanizada e intimista. A esto añade un guiño irónico que pone en duda la eficacia y esencia de la poesía. En 1992 Punto y aparte recogió la totalidad de su obra, que continúa hoy en Hacia otra luz más pura.
 
   Frente a esto, una línea heredera de la vanguardia, y acaso de los novísimos, es la neosurrealista, practicada por Blanca Andreu (La Coruña, 1959), en poemas de sólida estructura que publicó en 1981: De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall. En El sueño oscuro (1994) reúne su poesía completa.
   Sigue una línea paralela la palentina Amalia Iglesias (1962).
 
   Con todo, predomina la poesía de la experiencia, pese a las divergencias entre poetas. El establecimiento de escuelas es siempre discutible.
 
   Eloy Sánchez Rosillo (1948), murciano, plantea, desde Maneras de estar solo (1978), una reflexión sobre los efectos del tiempo: la soledad, el recuerdo, la conciencia y la muerte. Al publicar en 1984 Elegías, se le aplicó el rótulo de elegíaco, que, posteriormente serviría para etiquetar la lírica del sevillano Juan Lamillar (1957). Eloy reunió su obra en Las cosas como fueron (1995) y al año siguiente publicó La vida.

DevocionarioMadrid, 1986
   Ana Rossetti (Cádiz, 1950) desde su inicio –Los devaneos de Erato (1980)- escribe una poesía personal e intimista, donde el erotismo más desinhibido contrasta con una tendencia pseudomística secuela de la infancia. Gran parte de sus poemas son diálogos con un interlocutor ausente.
 
  Asturiana, de 1950, Olvido García Valdés cultiva la poesía de la experiencia. Su último libro, caza nocturna (1997), mantiene el tono intimista y la proyección del yo en la lírica.
 
   El bilbaíno Jon Juaristi (1951) manifiesta desde su Diario de un poeta recién cansado (1985) una energía poética que contrasta con su título. La herencia de los poetas vascos Unamuno, Gabriel Aresti o Blas de Otero se asocia a un envidiable sentido del humor y a una facilidad que le permite retratarse con ironía y gracia.

Arte de marear Hiperión,
Madrid, 1988
   Nacido en Las Palmas, en 1952, a Andrés Sánchez Robayna se le considera un poeta neopurista. Lo justifica la abstracción de elementos en sus versos y la lúcida reflexión metafísica sobre objetos y paisaje. En 1997 publica sus Poemas (1970-1995).

Las voces y los ecos
Madrid, Júcar, 1980
   Cerrando esta etapa, en 1980, presenta José Luis García Martín la antología Las voces y los ecos. Junto a los últimos novísimos aparecen poetas como Miguel D’Ors o Andrés Sánchez Robayna y autores de generaciones posteriores, como Julio Llamazares. Podría servir de ejemplo para cerrar la presencia culturalista en nuestra poesía.
 
    4.-  Hay quien supone un cambio literario en el año 1992. Los gobiernos del PSOE animaron a algunos críticos a hablar de una nueva cultura andaluza. Lo cierto es que no se observan cambios radicales.

Postnovísimos (1986)
   En 1986 aparece la antología Postnovísimos de Luis Antonio de Villena que, entre afirmaciones polémicas, presenta una promoción, alguno de cuyos nombres ya vimos –Blanca Andreu– o veremos a continuación: Julio Llamazares, Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Jorge Reichmann, etc.
   Al leonés Andrés Trapiello (1953) se le considera fundador de la Escuela de Trieste. Simbolista en su origen, es heredero de Unamuno y Machado, por su temática y actitud: decadentismo y sensibilidad en paisajes, provincias, cafés y objetos del pasado. Su época de madurez se lee en La vida fácil (1985) y en Poemas escogidos (1998).

Manuscrito autógrafo de “Los casinos”,
poema de La vida fácil,
Madrid, Trieste, 1985
   También leonés, a Julio Llamazares (1955) le han atribuido la recuperación de una forma de poesía épica. Por medio del versículo, presenta el mundo rural leonés, en La lentitud de los bueyes (1979), con una actitud mítica y simbólica cargada de atavismo.
 
   Julio Martínez Mesanza nació en Madrid, en 1955, y participa de la condición épica por su rigor ético en el tratamiento de personajes y situaciones ejemplares, donde el heroísmo es constante. Utiliza el endecasílabo. En cuatro ocasiones -1983, 1986, 1988 y 1990- ha editado sus poemas bajo el título de Europa más una antología, Fragmentos de Europa (1977-1997), en 1998.

Fin de siglo,
Visor, 1992

El jardín extranjero,
Madrid, Hiperión 1989
   Algunos de los postnovísimos reaparecieron en la selección de Luis Antonio de Villena: Fin de siglo. Antología (1992). Los poetas atienden a una tradición clásica, según su editor, o castellana, en todo caso.
 
   El granadino Luis García Montero (1958) es el mejor representante de la poesía de la experiencia. Sus poemas hablan de situaciones cotidianas: bares nocturnos, ciudades atractivas -especialmente Granada-, mujeres fugaces…, en un lenguaje coloquial y poético. Destaca su poemario Las flores del frío (1991) y Completamente viernes (1998).
 
   Felipe Benítez Reyes (Cádiz, 1960) vuelve a los temas constantes de la poesía: el tiempo, la memoria o la literatura misma. Sus muchos trabajos poéticos se reúnen en Paraísos y mundos (1996), que no es su último poemario.

Paraísos y mundos,
Madrid, Hiperión, 1996

Contracubierta con los poetas
seleccionados en El último tercio
del siglo (1968-1998)
, Visor, 1999
    A “Valencia, 1961” reduce Carlos Marzal su biografía. Su poesía es un recorrido burlón por la realidad vivida. La tristeza se tiñe de ironía y se expresa mediante una rima decadente por la sonoridad destemplada. Su último libro: Los países nocturnos, (1996).
   También valenciano, Vicente Gallego (1963) canta con lenguaje callejero al abandono, a las mujeres que no pudo tener y al pasado no demasiado remoto. La plata de los días (1996) es el título de su última entrega.
   La antología Fin de siglo incluía también nombres como el del riojano Leopoldo Alas (1962) o Esperanza López Parada (Madrid, 1962).
 
   Las antologías deciden hoy, en gran medida, el canon de los poetas “elegidos”. Son conscientes de los errores e injusticias que resolverá el tiempo.

Los países nocturnos,
Barcelona, Tusquets, 1996
   La última de ellas es la que citamos al comienzo de esta página: El último tercio del siglo (1968-1998). Antología consultada de la poesía española Visor, Madrid, 1999. Cerramos estas líneas con la lista de los poetas seleccionados.
 

D.Miguel Pérez Rosado.
Doctor en Filología